Estamos viviendo una experiencia que es complicada de explicar con palabras. Cuando nos proponen y nos animan a realizar el CIL en Roma, nos surgen muchas dudas y preguntas que no siempre tienen respuesta… hasta que llegamos a la capital italiana.
El primer dia, quizás aún con cierta incertidumbre, todo es nuevo. Exceptuando algún Hermano que ya conocemos, de repente se presentan delante de nosotros unas casi cuarenta personas venidas de diferentes lugares del mundo.
El siguiente paso es muy claro: es necesario romper el hielo, hablar con ellos y conocerlos. Pero parece que, de entrada, el idioma será uno de los inconvenientes. Nada más lejos de la realidad. Todos los participantes del CIL tenemos una predisposición para compartir experiencias, consejos y manera de hacer, y el idioma en el que se expresan, realmente, no es ningún impedimento.
Las actividades y charlas que preparan los tres Hermanos responsables del CIL se programan con suficiente espacio para incentivar lo que creemos que es realmente importante: compartir.
El ritmo del día a día, sobre todo, los momentos de las comidas, paseos y cenas, nos permiten conocer mejor a cada uno de los Hermanos. Es sorprendente ver cómo hermanos de diferentes nacionalidades se juntan alrededor de una mesa.
Después de una semana de formación se respira otro ambiente. Aquella incertidumbre y nerviosismo iniciales se han transformado, ahora, en confianza, ayuda, servicio, predisposición y tranquilidad.
Esperamos que el CIL nos sirva para formarnos mejor como Hermanos y para darnos cuenta de que hay muchísimas perspectivas para enfocar nuestra vida.
HH. Tomás Valero y Carlos Villarreal